Hacia una gestión del sentido real de urgencia

Creo que la urgencia se ha de entender como una mezcla de las ideas y de los sentimientos en relación con el comportamiento real. En cada uno de ellos, la urgencia provoca diferentes consecuencias. En cuanto a las ideas, hace que se piense que hay grandes oportunidades y también grandes peligros. En relación a los sentimientos, estamos ante un instinto que determina que se hará algo ahora. Por último, respecto al enfoque comportamental, se puede señalar que es cómo estar ante una hiper-alerta constante. Todo esto está asociado a las personas, pero también es extrapolable a las empresas. Por eso, la urgencia ha de ser gestionada, para que no condicione el buen desempeño de los múltiples aspectos del día a día de una organización.

En primer lugar, recojo la máxima basada en la relevancia de separar lo urgente de lo importante. En esta línea, simplemente destacar la teoría de los 4 cuadrantes de Stephen Covey que permite clasificar y priorizar tareas:

  1. Urgente e importante, que exige que sea atendido ahora mismo y que se deje de lado cualquier otra actividad, hasta que esto no se resuelva.
  2. Importante no urgente, aquellas tareas que no son de vida o muerte, pero sí resultan determinantes para la calidad de vida o el bienestar.
  3. Urgente no importante, aquellas actividades superfluas que se llevan a cabo por hábito o azar.
  4. Ni urgente ni importante, acciones completamente irrelevantes.

Dando un paso más, me gustaría destacar lo que yo denomino falsa urgencia. Entiendo esta como la consecuencia de estar ante un acumulado de cuestiones tácticas, que nos asaltan a cada instante y que suponen que no podamos avanzar en los aspectos de la organización más allá del aquí y del ahora.  Considero paradigmático el ejemplo del smartphone y de las redes sociales, porque han provocado que los temas que llegan a nuestras vidas por estos canales sean vistas de una relevancia brutal, no por su profundidad sino por su inmediatez.

Y que no se entienda esto como una declaración contra el social media, pues nada más lejos de la realidad. Sin embargo, sí se ha de poner en perspectiva su uso y su abuso, pues son una muestra más del tacticismo en el que vivimos, las personas, pero también las organizaciones. La táctica es necesaria, pero no determinante. No podemos, ni debemos dejar que los impactos, los instantes y lo inmediato bloqueen nuestra capacidad estratégica, porque esta se erige como esencial para lograr la permanencia en el tiempo de un proyecto.

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