Educación y disrupción tras el Covid19

Hace algún tiempo publiqué un artículo, en El Economista, sobre la educación que estaban recibiendo nuestros hijos y sobre la necesidad de adaptarla a los nuevos tiempos y a los requerimientos de las organizaciones en cuanto al talento y al futuro socioeconómico, en general. Ahora la enseñanza de todas las instituciones educativas, es decir, desde el colegio a la universidad, vuelve a estar en el centro de todas las miradas. Así, la necesidad de transformar los modelos de enseñanza-aprendizaje se ha erigido como otra consecuencia más del Covid 19.

Es sabido que la Educación, con mayúsculas, es un caballo de batalla de todos los gobiernos, que suelen tratar de amoldarla, de una u otra manera, a sus gustos y tendencias ideológicas. Sin embargo, en este 2020, la Educación, independientemente de izquierdas o derechas, ha de ser capaz de evolucionar hacia modelos más disruptivos y ágiles, puesto que el concepto de clase tradicional ha saltado por los aires en medio mundo.

Para tener éxito en esta transformación, la primera premisa es ser plenamente consciente de que el modelo educativo ha de cambiar, y en esta línea, la Universidad de Cambridge ya ha anunciado que no tendrá clases presenciales hasta el verano de 2021, apostando por el modelo 100% online desde ya. Esa asunción y esta decisión les permite poder diseñar con tiempo los próximos pasos a dar, tanto en relación a la actualización de los profesores, como a la gestión de las expectativas del alumnado.

En mi opinión, la educación, sobre todo en los niveles de grado y postgrado, ha de evolucionar en cuanto a los contenidos (como ya señalé en el artículo arriba citado), pero también en relación a los formatos y a las metas que se quieren alcanzar.

Considero que es necesario apostar por un formato flexible, que no hipoteque ni en tiempo ni en espacio al alumno, pues si los periodos de confinamiento se repiten en próximos meses, es preciso apoyar a quien estudia habiéndolo de conciliar con otras responsabilidades.

Además, la orientación de la formación universitaria o de las escuelas de negocios ha de poseer un claro enfoque práctico y, de una manera preeminente, ha de trabajar las competencias y skills clave que el futuro profesional va a tener que poner en juego en una organización.  Para esto, es fundamental que el profesorado conozca de primera mano qué ocurre en las corporaciones y qué tendencias están apareciendo en ellas. Es esencial que esos profesores, que enseñan a quien pocos meses o en un par de años formarán parte del talento de las empresas, puedan prepararlos con contenidos actualizados y en coherencia con los requisitos de un mercado hipercompetitivo e hiperacelerado. De hecho, el modelo de claustro de escuelas de negocios más adaptado al mundo y necesidades reales es aquel donde hay una masa crítica significativa de profesores asociados que están activos en el mundo corporativo, los comúnmente llamados «practitioners».

Por supuesto, que algunas instituciones ya están trabajando en esta línea, pero urge que cada vez sean más, y que aquellos que puedan contribuir a que la sociedad posea mejores profesionales den un paso al frente. Así, el talento estará listo desde el minuto 1 para sumar al bienestar socioeconómico.

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