La crisis y el liderazgo: dónde ponemos la confianza

¿Qué nos hace fiables? ¿Cómo se construye la confianza? ¿Qué supone confiar en un líder? Entre las muchas implicaciones que tiene una crisis, el problema de la desconfianza es uno de ellos y tiende, generalmente, a acrecentar los demás. Cuando una persona cree que el líder de su organización (o del gobierno) no está contribuyendo de manera efectiva a la solución de una cuestión, o si se siente ignorado o desencantado, suele dejar de implicarse en el devenir de la empresa (o de la sociedad), o bien tiende a enfrentarse a quien, según él, no está a la altura del liderazgo.

Uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta un líder es a la pérdida de confianza, por eso, el escepticismo hacia la capacidad, los hechos o las palabras de quien ejerce el poder han de ser gestionados. Si se enciende la llama de la desconfianza y se apodera de las relaciones entre líder y liderados, se reducirá el capital reputacional del primero y, por tanto el apoyo que reciba en sus decisiones. Y sin este, nadie puede cumplir con objetivos económicos, empresariales o para con la sociedad.

Confiar en alguien o en algo implica que esa realidad es percibida como íntegra o justa; fiable, o que cumple con lo dicho; y competente, o que tiene la capacidad de llevar a cabo lo prometido (Grunig y Hon,1999). ¿Cuántos de los llamados líderes, hoy en día, marcan check en los tres factores? ¿Cuántos y quiénes de los líderes sociales y empresariales nos infunden seguridad, nos provocan una emoción positiva y nos trasladan un excelente rendimiento aquí y ahora?

La confianza tiene una doble vertiente temporal, se asienta en el pasado porque se nutre de la experiencia que hemos tenido con ese líder (con sus hechos y con sus palabras), y también posee una orientación hacia el futuro, que supone un espacio de esperanza y un margen de maniobra. Ese espacio, entre el pasado vivido y el futuro esperado, es el denominado voto de confianza. Este puede ser un terreno sólido, pero también puede engullir al líder como si de unas arenas movedizas se tratara. Y es que el apoyo en el voto de confianza no puede ni debe usarse como un comodín sin fecha de caducidad.

Así, para proteger la confianza recibida, quien lidera ha de ejercer dos máximas en su día a día: demostrar su capacidad y ejercer la sinceridad. ¿Cómo se pueden concebir ambas? La primera, como la destreza para entender, comprender y resolver problemas. La segunda, como el respeto a quiénes están siendo dirigidos al proceder con honradez.

Ahora bien, hagamos una auditoria sobre los líderes de nuestra sociedad: ¿cuántos aprobarían un examen de capacidad y de sinceridad? Dando un paso más, ¿cuántos aprobarían un concurso de méritos para ocupar sus funciones actuales? Si me lo permitís, la respuesta a esta cuestión la trataré otro día.

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