Una pregunta recurrente cuando se habla de liderazgo es la que plantea si el líder nace o se hace, es decir, si la capacidad de liderar es innata o es resultado de un proceso de trabajo y de aprendizaje. Sin duda, mi respuesta se orienta por esta segunda opción, aunque es imprescindible contar con una materia prima adecuada para obtener resultados de éxito.

Desde el enfoque de que el liderazgo se trabaja, hoy vengo a proponer un listado de elementos que todo aquel que aspire a conjugar el verbo liderar en primera persona, ya sea del singular o del plural, ha de contemplar. Así, para aumentar la capacidad de liderazgo:

En primer lugar, se ha de desarrollar la capacidad de vigilar el entorno, a fin de poder diagnosticar el escenario en el que se habrá de desarrollar el mismo.

A continuación, se ha de implementar la capacidad del líder para detenerse y pensar, para optimizar el  análisis de la información obtenida en la etapa anterior.

En un tercer paso, se ha de conjugar la perspectiva racional del líder con las palancas emocionales que este puede aplicar. Estas últimas suponen un activo de incalculable valor a la hora de liderar a las personas.

En un cuarto nivel, se ha de trabajar la apertura hacia el equipo de quien lidera. Sin duda,  una gran participación y un rico intercambio de ideas contribuyen a la liberación del talento.

Por último, el líder tiene que fomentar su capacidad de comunicación, tanto para mejorar cómo se presenta, a fin de atraer voluntades, como para transmitir su mensaje y hacer que este sea conocido, entendido y defendido por otros.

Y, por último, cualquiera que desee liderar con éxito y con acierto ha de asumir que esto implica que ser líder ante todo entraña estar al servicio de los otros. Así, en The Worlgate Group nuestra definición de liderazgo es la siguiente: “Ser líder para servir”.