¿Y la gestión del cambio para cuándo?

Hace más de un año que llegaron, desde China, las primeras noticias sobre los contagios de un nuevo virus originado, según las crónicas de aquel enero de 2020, en un mercado de Wuhan. Las cifras que desde entonces hemos venido conociendo, además de impresionarnos en el día a día, han de actuar como revulsivo que obligue, a todos los actores implicados, a hacer una autocrítica sobre las lecciones y las asignaturas pendientes de este primer año de pandemia.

En estos doce meses, el coronavirus se ha erigido en el mayor agente de cambio de este siglo, siendo disruptivo como ningún otro y obligando a tomar medidas, tanto a gobiernos como a organizaciones e individuos, que solamente en 2019 hubieran parecido elementos de una película de ciencia-ficción.

En este tiempo de pandemia, se han aprendido muchas lecciones. Esto es innegable. Pero también quedan asignaturas aún suspensas que, como el mal estudiante, parece que se arrastran de curso en curso. Y aunque, en muchos casos, se haya asumido el presente como un imperativo; una suerte de one day at time o de partido a partido; no podemos y no debemos vivir para siempre en el aquí y en el ahora.

En mi opinión, esta acomodación en el presente es lo que nos ha traído aquí. Hace un año el mundo no supo prever el riesgo que entrañaba aquel virus que provocó el cierre de una ciudad de 11 millones de personas. Y por esto, con el paso de las semanas, solamente quedó ir a rebufo de sus designios, de sus consecuencias y de sus implicaciones. A lo largo de este año hemos escuchado, en más de una ocasión, eso de que “una vez más llegamos tarde”. Llegar tarde la primera vez es posible, llegar tarde en una segunda ocasión puede ocurrir, pero seguir llegando tarde en bucle es una irresponsabilidad y denota una incapacidad formidable.

Así todo, este primer año de pandemia sí hemos aprendido algunas lecciones. Sabemos que la velocidad y la agilidad en la fabricación de decisiones marcan la diferencia. Ya en marzo de 2020, Michael Ryan, director ejecutivo del programa de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud, subrayó: “Ser rápido. No tener remordimientos. Debes ser el primero en moverse. El virus siempre te atrapará si no te mueves rápidamente. (…) Si necesitas estar en lo cierto antes de moverte, nunca ganarás… La velocidad triunfa sobre la perfección». También sabemos que las crisis se resuelven antes y mejor con un buen líder al frente que posea mucha valentía. Para ilustrar esto basta echar un vistazo a las cifras de los distintos países.

Sin embargo, no sabemos cómo vamos a acometer la próxima crisis desde una perspectiva proactiva, porque de todas las lecciones nos sigue quedando pendiente la cuestión de priorizar el desarrollo de un mindset orientado al cambio. Porque el mindset incluye las actitudes generales y cómo se afrontan los hechos y los eventos. Y porque es un hecho que el cambio es un elemento natural, irremediable, que a veces, como ahora, se manifiesta de forma abrupta. Además, aunque el cambio suele ser incómodo,  es necesario, por lo que resulta clave aprender a gestionarlo. Y, en este sentido, aún queda mucho por hacer desde las organizaciones, desde los gobiernos y desde la sociedad, en su conjunto, para ejercitarse en su gestión con garantías de éxito.

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