Escalera de color para la educación de nuestros hijos

Como en una partida de póker, la gestión de la educación de nuestros hijos supone desarrollar un pensamiento estratégico de alto impacto. En el contexto actual, hay cartas que vienen determinadas por factores externos, tales como la legislación vigente. Sin embargo, los padres podemos, y debemos, ser actores proactivos en el proceso de aprendizaje y hemos de dotarles de herramientas que completen lo que el sistema educativo no contempla.

Es un hecho que las decisiones de las autoridades en materia educativa están yendo muy por detrás de las transformaciones sociales. Ante esta coyuntura, existen dos opciones posibles. La primera es tomar el camino de la inconsciencia y dejar que nuestros hijos queden al 100% en manos de los avatares políticos. Pero también hay otra vía posible que reside en coger las riendas de cierta parte de su educación y, por tanto, facilitarles algunas cartas que les ayuden a ganar la partida.

Por supuesto, se ha de estudiar qué es imperativo que se trabaje desde el ámbito de influencia de los padres. Para esto resulta interesante diagnosticar qué aspectos no se están abordando en el desarrollo estratégico de nuestros hijos desde las aulas. Estas variables se han de cruzar con aquellos conocimientos y competencias que la sociedad y el mercado laboral ya están exigiendo o van a requerir en un futuro no muy lejano. Con todo, se puede concluir que la orientación memorística del aprendizaje choca con una realidad en la que cualquier contenido está a un clic de distancia y que el apoyo habrá de orientarse hacia cuestiones competenciales.

A lo largo de estos años ayudando en la trasformación de organizaciones y en la gestión del talento, he observado la gran demanda de soluciones creativas en los contextos de trabajo, para lo cual es imprescindible trabajar desde la etapa infantil el desarrollo del pensamiento lateral. Además, considero que en un mundo donde domina la hipervelocidad tener la capacidad de parar y dejar la mente en blanco será imprescindible ya que ayudará a tomar distancia y ver las cuestiones con perspectiva. Para alcanzar esta meta, las técnicas de mindfulness ayudarán mucho.

Apostar por las inteligencias múltiples descritas por Howard Gardner, que hasta la fecha han sido identificadas como doce:  lingüístico-verbal, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal, naturalista, emocional, existencial, creativa y colaborativa. Así se permitirá a nuestros hijos explorar sus potencialidades y habilidades, además de ayudarles a entender que no hay una única inteligencia y, que esta no solo se reduce a lo académico.

La recuperación del Humanismo resultará de gran ayuda, puesto que este se asienta en la transversalidad, una de las principales características sociales de las próximas décadas. Hemos de esforzarnos por educar a los niños para que sean útiles para sí mismos y para toda la sociedad, para lo cual es fundamental enfatizar en la enseñanza de normas, valores y creencias que fomenten el respeto y la tolerancia entre las personas.

La comunicación y la gestión de las emociones son otros dos aspectos clave. Se ha de hacer saber al niño que su opinión vale tanto como la de cualquier otra persona, al mismo tiempo que se le traslada la importancia de escuchar a los demás, para así poder argumentar la opinión propia. En coherencia con esto, está ayudarles a construir un pensamiento crítico, para lo cual es necesario fomentar en los más pequeños la curiosidad, así como la pasión por la información y los contenidos.

Con todo esto, estaremos contribuyendo a que las generaciones futuras posean el mejor filtro para sus decisiones venideras, así como para enfrentarse a los múltiples riesgos que entraña la sociedad, el sentido común, pues serán capaces de entender la relación causa-efecto de un amplio rango de situaciones.

Es obvio que en Educación no hay recetas mágicas, pero lo que no podemos permitirnos es mirarnos dentro de unos años al espejo y decirnos que no hicimos lo suficiente para el desarrollo estratégico de nuestros hijos. Tal vez no consigamos que obtengan una escalera de color, pero al menos habremos intentado dotarles de la mejor mano que teníamos a nuestro alcance.

Artículo originalmente publicado en El Economista

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