El capital reputacional como activo intangible en la marca país

¿Qué tienen en común Canadá, Suecia y Suiza? Probablemente muchas cuestiones y una de ellas es que habitualmente compiten por ser el país con mejor reputación del mundo en el índice que publica la revista Forbes cada año. Este índice se basa, fundamentalmente, en una serie de variables que pueden sintetizarse en tres pilares: calidad de vida, nivel de desarrollo y calidad institucional.

En la situación actual provocada por la pandemia y que ha derivado en una crisis económica a nivel global, la reputación de un territorio resulta un activo clave, en tanto que ante una reducción de las posibilidades de gasto e inversión, los países compiten entre sí a fin de atraer el poco capital disponible. Y es que el Covid-19 ha impactado en múltiples territorios que han sufrido una erosión en su capital reputacional, en algunos casos pasando de ser destinos atractivos para vivir, invertir, trabajar o vacacionar a aparecer en listas negras de lugares no recomendables para visitar.

Esto se ha visto en mercados como el europeo, el pasado verano, cuando las zonas  de vacaciones del Mediterráneo han entablado una lucha por erigirse como los más seguros ante los ojos de las autoridades de sus países vecinos. Se ha hablado de corredores seguros, asemejando la posibilidad de viajar a la playa a hechos de las pasadas guerras del s.XX.

Sin duda, todo esto se enmarca en la economía del comportamiento, cuyo principal embajador es el Premio Nobel en Economía Richard H. Thaler, donde las tendencias cognitivas, emocionales y sociales de las personas son fundamentales. Y deriva en la economía de la reputación, ese activo intangible imprescindible a la hora de atraer clientes, talento, inversores…

La fórmula de la reputación integra un buen comportamiento, un excelente desempeño y una adecuada comunicación de ambos de un modo sostenido en el tiempo. En ella se definen dos aspectos esenciales, por un lado, las decisiones del territorio (es decir, de sus gobernantes) para con sus grupos de interés, y por otro, el nivel de satisfacción de las expectativas de estos.

Es determinante entender que el capital reputacional se genera desde el interior de un territorio  y que se extrapola hacia fuera. Resulta, cuanto menos, impensable, que un país, por ejemplo, pretenda atraer turistas, inversores… si sus propios habitantes están descontentos y poseen una percepción negativa de lo que acontece en ese territorio. Por lo tanto, para apostar por un enfoque acertado de la gestión del capital reputacional, se ha de trabajar el alineamiento estratégico de los miembros de ese país, ciudad, comarca… sin ese proceso, resulta difícil trasladar hacia fuera una buena imagen, consistente y atractiva.

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