Experiencias e ideas comunes: herramientas para alinearse estratégicamente

Muchos profesionales, como yo, han pasado gran parte de sus vidas viajando entre países, incluso entre continentes. Han residido durante varios años en lugares distintos a los que nacieron y, por lo tanto, han vivido en numerosas culturas. El caso de los expatriados, en mi opinión, es una suerte de nacionalidad que, si bien, no tiene pasaporte si está definida con algunos rasgos comunes.

Ser un expatriado trasciende la pertenencia a determinada categoría corporativa, o a un contrato laboral concreto. La expatriación significa haber experimentado un proceso vital que puede sintetizarse en la integración trascendental en diferentes destinos que han provocado la capacidad de desarrollar una serie de habilidades y de competencias, exclusivas de quiénes han vivido en esos escenarios.

Mi reflexión sobre la expatriación, a la que considero enriquecedora en diferentes aspectos vitales y profesionales, viene porque es un fenómeno que genera alineamiento en aquellos que lo experimentan. Porque los viajes, más allá de sumar millas y beneficios en los programas de fidelización de las aerolíneas y de los hoteles, aportan una mirada transversal al conseguir que se entienda la importancia de saber romper con los esquemas y con las interpretaciones rígidas y comunes a cualquier cultura.

Las experiencias comunes, en este caso la expatriación pero en el día a día hay infinidad de ellas, logran que se compartan el propósito y los objetivos, que se tengan visiones similares sobre el mundo, que se perciban los retos que se enfrentan como afines y que se posean marcos conceptuales semejantes…  Cuando todo esto aparece, hablamos de alineamiento estratégico.

El alineamiento estratégico de un grupo de personas no surge de la nada, sino que es un proceso de trabajo  basado en aprender y en desaprender, en el desarrollo de conceptos, en romper paradigmas obsoletos y en crear algunos nuevos. Y tras ese camino, aparece la capacidad de alinearse, que se basa en compartir, poniendo el acento en lo que une y minimizando lo que separa. Además, las interpretaciones similares de un hecho conllevan una serie de emociones parecidas que implican una coincidencia en las acciones a desempeñar.

En definitiva, aunque no se ha de buscar la homogeneidad, porque el criterio independiente es clave, sí, cada vez más, urge la necesidad de poner la mirada en una meta compartida, tanto en las organizaciones como en las sociedades, a fin de poder encontrar las soluciones tan imperiosas que la realidad nos demanda.

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