Adaptación, integración y reconfiguración
La gestión del cambio, como bien señalaba hace un tiempo Norman Foster, es lo único constante: “Lo nuevo es la velocidad del cambio, que ahora es mucho más rápido. En cada época, los cambios han horrorizado a algunos mientras que otros estaban ansiosos porque sucedieran. (…) Esa es la historia de la civilización: siempre entre el día del juicio final y sus distintas interpretaciones, y lo único que siempre tendrás: el cambio”.
Además de ser constante, desde hace un tiempo hemos aprendido que el cambio también puede ser brutal, impactante o como nos hemos acostumbrado a definirlo: disruptivo. Ante esta realidad, las organizaciones deben trabajar una serie de habilidades internas y externas, así como múltiples recursos que puedan funcionar como un escudo para afrontar lo que sucede y lo que les atenaza. Pero además de las habilidades y de los recursos, sobre manera las empresas deben asumir tres acciones de modo rutinario: adaptación, integración y reconfiguración.
Estos tres ejercicios se concretan de un modo holístico en diferentes niveles y también en múltiples actividades que, desde las áreas que componen una organización han de llevarse a cabo con sentido de urgencia y de responsabilidad.
- Se ha apostar por implementar la capacidad de la organización de percibir lo que sucede. Así, los equipos directivos deben escanear el entorno, interpretar la información que se obtiene y con lo obtenido crear conocimiento y nuevas ideas. El proceso servirá, sin duda, para el aprendizaje corporativo.
- Se ha de desarrollar la capacidad de medir, perdiéndole el miedo a los potenciales resultados que se puedan obtener. Con lo visto en el anterior punto se pueden y se deben diseñar nuevos productos, procesos y servicios. Así, se estará creando una factoría continua de innovación y de transformación, que cimentará la oferta y la propuesta de valor corporativa. Esto siempre se ha de ejecutar en coherencia con el timing, con las normas de la industria y con una acertada gestión de la incertidumbre del entorno.
- Se ha de fomentar la capacidad de modelar la realidad organizacional, a partir de la reconfiguración de la agilidad y de otras fortalezas organizacionales, de la coordinación directiva, de la apuesta por la gobernabilidad como elemento esencial para la gestión de riesgos, y sobre manera, para ser capaz de ajustar en tiempo real elementos estratégicos.
Y es que como apuntaba Peter Drucker, “el mayor peligro en tiempos de turbulencia no es la turbulencia, es actuar con la lógica de ayer”. Por eso, orientemos nuestra realidad corporativa hacia la adaptación, la integración y, si es preciso también, hacia la reconfiguración.